En un mundo donde las ideas son el nuevo capital, el trabajo colaborativo no es solo una dinámica: es el alma de los espacios contemporáneos. Las oficinas ya no son simples lugares de paso ni contenedores de productividad, sino escenarios vivos donde el intercambio —espontáneo, horizontal, humano— se convierte en el verdadero motor de innovación.

Diseñar para la colaboración implica crear atmósferas que inviten al cruce de miradas, al pensamiento compartido, a la cocreación. Significa concebir espacios que diluyan jerarquías sin perder el foco, que celebren tanto la conversación informal como las sinergias estratégicas. Un mobiliario flexible, una luz que suaviza los bordes, materiales que respiran honestidad: todo habla de una nueva cultura laboral donde el diseño no impone, sino acompaña